El artículo no constituía una lectura agradable, sobre todo para quienes, como yo, piensan que los servicios de trenes eficientes son una medida sutil pero contundente del nivel de civilización de un país y, en la mayor parte de los casos, de su entramado social y económico. Se trataba de una nota del Financial Times del 27 de diciembre sobre el exitoso inicio en China de un servicio de un tren de alta velocidad que proporciona una asombrosa comunicación en tres horas entre los 1.100 kilómetros que separan las ciudades de Guangzhou y Wuhan.
¿Me irritó que los chinos, que planean construir una red ferroviaria de 1.800 kms. para 2012, puedan afirmar de manera legítima que se pusieron a la cabeza del desarrollo ferroviario de la humanidad? Claro que no. Después de todo, China parece tan impresionante y firme en lo relativo a su proyecto de desarrollo de vías férreas, puertos, superautopistas, nuevas ciudades y plantas de energía nuclear como lo es en su control de la desobediencia civil y en la obstrucción de la libertad de expresión.
Lo que me resultó deprimente fue el lacónico comentario del autor del artículo, que asistió a la sorprendente demostración de China de su tren de alta velocidad. Luego de destacar que el "Tren de la Armonía" desarrolló un promedio de velocidad de 350 km por hora, en comparación con la velocidad máxima de 300 kms. por hora de los trenes de alta velocidad japoneses y franceses, agregó: "En Estados Unidos, el servicio Acela 'Express" de Amtrak tarda tres horas y media en recorrer el tramo de Boston a Nueva York, una distancia de apenas 300 kilómetros." Ay.
El Acela es el tren "expreso" de los Estados Unidos y sólo existe en sectores de la Costa Este. La mayor parte de los trenes de pasajeros de esta región tiene que tomar conexiones de Amtrak menos veloces. Pero nosotros tenemos suerte, ya que gran cantidad de estadounidenses no tiene acceso a ningún sistema ferroviario.
La comparación con Japón y Europa es apabullante. Cuando voy a Cambridge (Gran Bretaña) puedo tomar un tren directo a Londres dos veces por hora, y el viaje tarda menos de 45 minutos. Ahora China se suma al club. Cabe pensar que los países del Golfo serán los siguientes.
Este artículo de ninguna manera alienta el fin del transporte aéreo y vial, lo cual es imposible. Sin embargo, sostiene que los estadounidenses deben repensar su "abandono" del siglo XX del tren, que, irónicamente, había unido el país en el siglo anterior. La intención de esta columna no es sólo hacer pensar a los estadounidenses. De hecho, es probable que resulte más digna de consideración en países que se modernizan a toda máquina, como Brasil, India, Sudáfrica, México, Egipto y otros. En todas esas sociedades, la presión para la propiedad individual de un auto y el viaje aéreo masivo se está haciendo tan intensa como lo es en EE.UU. y a los gobiernos les va a resultar difícil resistirla. Pero no se pierde nada con intentarlo y es posible que la mejor forma de hacerlo sea invertir y reinvertir constantemente en un transporte público atractivo, sobre todo en el ferroviario.
De hacerlo, esos países no pondrán la vista en tecnologías de EE.UU. ni en el know-how administrativo para desarrollar esas redes públicas, sino que recurrirán a compañías de Europa, Canadá, Japón, Corea del Sur y, pronto, tal vez también a China. Tal vez el actual gobierno de Barack Obama, que parece tener cierto sentido de esos temas, trate de lograr que su país sea más competitivo en ese terreno, como lo fue alguna vez. No se puede evitar pensar, sin embargo, que la preferencia estadounidense por autopistas y aeropuertos cargados en detrimento de un transporte ferroviario ultramoderno hará que el país parezca cada vez más viejo, muy del estilo del siglo XX, muy desactualizado.
Por: Paul Kennedy, Historiador británico
ya estan los resultados?
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